martes, 3 de mayo de 2011

Mi padre y Yo de J.R. Ackerley



¿Se pueden llevar dos vidas paralelas y esperar que no se crucen en ningún momento? ¿Puede una persona correr un velo sobre el pasado y pretender que en una vuelta del camino los fantasmas no le asalten? Y, si esto es posible, ¿Cómo puede esperar de los que viven en la obscuridad, un mínimo de caridad y compasión?

"Yo nací en 1896 y mis padres se casaron en 1919".


Así da comienzo el libro “Mi padre y yo” y es, desde luego, una de esas frases que te atrapan e impulsan a continuar. Es, además, el más raro que he leído en mucho tiempo. Y digo raro no sólo por el tema y la manera en que se va desarrollando la historia, sino también porque posee la calidad de lo genuino e intemporal. Y a ello debe contribuir en gran medida que es una obra póstuma. No hay miedo a los interrogantes, ni tema que esconder bajo la alfombra.

“La gente de la localidad no estaba acostumbrada a ver casas habitadas por un grupo tan extraño como aquél, formado por un adinerado aristócrata extranjero de ojos más bien saltones y dos jóvenes extraordinariamente guapos, y alguna chismosa…”


No apto para pusilánimes, ese era el título que pensaba poner a esta entrada. Las memorias se narran con humor negro, patibulario, y crudo, carente de romanticismo, que se mueve en los límites de la pornografía y a pesar de ello no destila ni un gramo de amargura, sólo la perplejidad de quien descubre tarde una parte esencial de su biografía. Lo que ya se intuye en el párrafo inicial va yendo y viniendo en capítulos que fluyen aparentemente con una cronología caprichosa y saltarina, para desembocar en una soledad desgarradora.


El accidente fue mi hermano mayor, “Dio la casualidad que ese día tu padre se había quedado sin preservativos”, comento la tía Bunny con su risa de taberna…En todo caso la llegada de mi hermano no habia sido planeada ni deseada y se hicieron esfuerzos, probablemente rudimentarios, por impedirla"

Asistimos a una representación teatral de irreprochable moralidad pero que tras bambalinas esconde comportamientos que la constreñida sociedad inglesa abomina. (y cualquier sociedad de la época, diría yo). La homosexualidad del autor y su búsqueda del amigo ideal, ese que no existe, en muchachos de la clase trabajadora, nunca en gente de su mismo estrato social, no es más que el deseo de moldear, y la manifestación de su insatisfacción. Tan imposible es encontrar ese amigo “perfecto” que finalmente es un animal el que aliviaría la soledad del autor.

“Dudo que llegara nunca a formular lo que quería decir amigo ideal…”

"Se podría decir que todo empezó con un muñequito negro y terminó y  con una perra loba. Entre uno y otra pasaron varios centenares de chicos, la mayoria de clase baja..."


Ackerley respeta profundamente a su padre, pero no sabe nada de su doble vida, de la segunda familia, de las hermanas, del pasado que se le abre desconcertante y turbio. No hay reproches a la forma en que eligió vivirla. Sólo el lamento de no haberlo sabido a tiempo. Es tremendo el momento en que aprende que ha vivido una historia falsa, con mentiras que arruinan su pasado, convirtiendo sus recuerdos en fantasmas.

“Mi relación con mi padre estaba en ruinas, no lo había conocido en absoluto”


Afortunadamente los hechos se cuentan cómo fueron en realidad. Con la valentía del que se sabe débil y al cabo del tiempo se perdona a si mismo, y a los demás. Sin heroicidades, sin mentiras, sin medallas que no se ganaron. Nada de hagiografía, más bien todo lo contrario, J.R Aycrod se describe con despiadada realidad. Y eso es de agradecer.
Por supuesto esto es sólo una recomendación y un esbozo. Me parece criminal destripar el libro y robar el placer de la lectura a los que se asoman a él. Son únicamente mis impresiones un tanto deshilachadas, tras la primera lectura. Y para prologuista ya tiene uno de lujo. Javier Marías, Rey de la Redonda, le hace los honores. No se lo pierdan.

J.R. Ackerley es el autor del libro "Mi padre y yo". Editorial Anagrama de la colección "otra vuelta de tuerca". Del mismo autor "Mi perra Tulip" en la misma editorial. Ya me contaran.  

martes, 19 de abril de 2011

Cernuda, Sevilla y la Primavera


Hace poco, paseando por Sevilla, y en ese estado de deliciosa embriaguez que te deja  un buen libro, recordé como contaba  Luis Cernuda la  imperiosa necesidad de expresar con palabras su percepción del mundo.




"Hacía entonces el servicio militar y todas las tardes salía a caballo con los otros recluta, como parte de la instrucción, por los alrededores de Sevilla; una de aquellas tardes, sin transición previa, las cosas se me aparecieron como si las viera por vez primera, como si por primera vez entrará yo en comunicación con ellas, y esa visión inusitada, al mismo tiempo, provocaba la urgencia expresiva, la urgencia de decir dicha experiencia".


Armada de los poemas del sevillano mas recóndito, profundo y difícil anduve por el barrio de Santa Cruz, y los esplendidos jardines del Alcázar, esperando ver con sus mismos ojos los lugares que amó. Esperando contra toda razón alcanzar el mismo grado de lucidez, sabiendo que la necesidad nos es común a muchos pero el talento lo entregan dioses cicateros y caprichosos.


 Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del agua, los ojos abiertos a una clara penumbra que realzaba la vida misteriosa de las cosas, he visto cómo las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar”;


"...En el trance final su mente se volvía
A la dicha más pura que conoció en la vida

Ver la flor que abre, su color y su gracia".


 "Más tarde habías de comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que tenían en tus sueños al borde de la fuente. Y el día que comprendiste esa triste verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarse de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada”.

"Escondido en los muros
Este jardín me brinda
Sus ramas y sus aguas
de secreta delicia"


Para un andaluz, la felicidad aguarde siempre tras un arco




"La voz de la guitarra se iba perdiendo calle arriba, callándose al doblar la esquina." 

"Acudía sonriente Francisco el jardinero, y luego su mujer. No tenían hijos, y cuidaban de su huerto y hablaban de él tal que fuera una criatura. A veces hasta bajaban la voz al señalar una planta enfermiza, para que no oyese ¡la pobre! cómo se inquietaban por ella. (El huerto)

Cuando Cenuda se traslada a Madrid, hastiado del espíritu provinciano y beato de una ciudad que se mira a si misma como un narciso, pagada de su belleza, ajena al mundo exterior. Buscando el lugar que le permita aunar realidad y deseo pero, hombre contradictorio y siempre insatisfecho, escribe..."poder observar los objetos distantes con tanta nitidez de contornos me producía cierta tristeza, cuya causa no sabía entonces y hoy sí.Porque me faltaba por primera vez la caricia envolvente, la amorosa protección del aire.

Todo cuanto he escrito en esta entrada es merito sobre todo de un libro extraordinario de ANTONIO RIVERO TARAVILLO, cuyo título "Luis Cernuda, años españoles (1902/1938)", me hace estar esperando ya el siguiente, el de los años del exilio. Ese libro, una cámara de fotos que siempre va conmigo y que funciona casi sin mi ayuda, más una ciudad que se desborda en primavera hicieron el trabajo. 
        




viernes, 8 de abril de 2011

Pequeño Titanic


Me enternecen las ruinas, los despojos, los recuerdos de la belleza arrebatada por el tiempo. ¡Qué bonito debió ser este barco! Y ¡qué hermoso reflejo dibuja en el agua!.    

martes, 22 de marzo de 2011

LO QUE NO CONTAMOS

Lo que no contamos a veces es profundo y es amargo,
y dura toda la vida.
Lo escondemos de las miradas,
sepultandos los recuerdos donde no alcanza la memoria. 
A veces, lo que no contamos es tan breve
tan futil,
que nos sonroja de tan dentro.

Lo grande
tan grande que nos ahoga
y nombrarlo es llamar a los fantasmas
en noches de ojos obstinadamente abiertos.
Lo pequeño, lo que no duele,
tan dulce y tan fragil
que se rompería con el aliento de una silaba.
Lo queno contamos es lo que importa
y nos aterran las palabras,
porque las palabras no pueden darle forma.
Es lo esencial, el sustrato.
Tan quieto, tan cierto,
tan acostumbrado a vivir en lo hondo
que no puede sino morir al respirar